Era una temporada difícil en mi vida, de esas veces que las desgracias se suceden unas a otras…yo les llamo épocas en que «hasta se descompone la lavadora».
No sé si ya te ha tocado vivir esas temporadas, pero al parecer a los electrodomésticos les gusta dejar de funcionar en los momentos de más tensión en nuestras vidas.
Me sentía triste, preocupada, con mucha incertidumbre acerca de mi futuro, vivía en otro país; lejos de mi círculo cercano, y además ¡estaba embarazada! Mis hormonas estaban funcionando al 100, por lo que me encontraba altamente sensible ¡ufff!
Ahí andaba lloriqueando por todos lados, cuando en eso recibí una llamada. Era Natasha: una amistad que estaba desarrollando en mi nuevo lugar. Con su hermoso acento andaluz mezclado con mexicano -sólo cuando hablaba conmigo-, me hizo una invitación: vamos al salón de belleza…¿Qué? en esos momentos, lo menos que había pensado era ir al salón de belleza, había cosas realmente más importantes y trascendentales que resolver en mi vida. Sin embargo, ella resuelta me dijo: anda, mañana paso a por ti, para ir al peluquero.
Natasha prometió pagar por el corte de pelo, así que no pude negarme. Después de todo, esa invitación se sentía como una bocanada de aire fresco en ese momento.
Al otro día, ella llegó a la hora convenida, pasamos un divertido día de salón de belleza, seguido de un lindo tiempo de plática en el café.
Han pasado 15 años de esa invitación…el bebé nació, la temporada difícil cesó, la vida se resolvió, incluso dejé de vivir en esa ciudad y no he vuelto a ver a Natasha hasta el día de hoy, pero de esa nueva amiga aprendí una verdadera lección.
¿Sabes? Aún cuando todo en la vida está al revés y no sabemos por dónde comenzar, vale la pena salirse del escenario caótico y darse el tiempo de disfrutar de las cosas y situaciones ordinarias de la vida.
Aun cuando hay desastre, no todo es desastroso. En la incertidumbre, también hay esperanza. En la tristeza, aun puede haber risas. Y en un día difícil, puede aparecer el mensaje de alguien dispuesto a despejar tu mente aunque sea por un momento, para poder retomar el aliento y enfrentar la vida otra vez.
Quizá, al leer estas líneas, tú mismo has recordado a ese amigo o familiar que te ha llenado de optimismo en la adversidad. De hecho, yo misma he recordado a muchas personas valiosas que han sido eso para mi. Esa persona que te ha sacado una carcajada en tus horas más tristes, ese buen amigo que te ha dado el abrazo que necesitabas, ese alguien que te ha extendido su ayuda en momentos difíciles…
Todos necesitamos esa red de apoyo, esos seres humanos empáticos que ven más allá del dolor y tienen la capacidad de acercarse, y darte una palmada que te despeje, que te aterrice, que te impulse a ver más allá del horizonte.
Pero también nosotros, necesitamos ser «ese alguien» que está dispuesto a permanecer cerca y sostener a quien está pasando por un bache en el camino. Seamos ese amigo o esa amiga, capaz de traer un cariño del cielo a quien le parece que el cielo se ha cerrado. Sólo necesitamos abrir los ojos «al otro», a su necesidad y al verla, abrir nuestros brazos compasivos, listos para contenerle en su hora difícil. Una oración, un mensaje, un regalo, un abrazo, o sólo nuestra presencia pueden hacer la diferencia y traer color en medio de un proceso doloroso.
¡Que bien hace al alma, compartir las cosas placenteras y ordinarias de la vida! Aun cuando la estemos pasando mal, démonos el permiso aunque sea por un instante de pasarla bien. Y también seamos sensibles para proveer al alma abatida, la oportunidad de descansar por un momento, de tomarse un respiro, de recuperarse.
Sí, esa ida al peluquero me enseñó este secreto. Mi amiga Natasha, me enseñó mucho, en ese pequeño pero grande acto de bondad, empatía y compasión.
¡Vamos! Aunque estés pasándola mal, prométeme que aceptarás esa salida: el café con un amigo, nadar en la playa con tus amigas, caminar en el parque con tu pareja, ver una peli con tus hijos…
Cualquier problema que estés enfrentando, seguirás teniendo tiempo de resolverlo; pero cuidado, no hagas del problema el centro de tu existencia. Déjate ser mimado por Dios, Él usará a muchos, incluso quizá a quien menos te imagines para traer fuerza y descanso a tu vida.
Así que anda, sé quien cuida y sé quien se deja cuidar, quien contiene y quien se deja contener, quien apapacha y quien se deja apapachar. Permítete ser vulnerable ante otros, y permítete ser empático a la situación de otros. Y que este maravilloso intercambio, nos recuerde que nuestras vidas están en manos del Dios de amor quien nos provee de todo lo que necesitamos en cada tramo del viaje.
¡Siiií, vamos al peluquero! ¡Siiií, invitemos a alguien al café! Después de todo la vida fluye mejor con el cabello arreglado y una buena taza de café ¿a poco no?
Como siempre, leer este blog me anima y no solo entretiene al lector. Y es verdad, la vida se disfruta con el cabello arreglado y una buena taza ☕️ de café si podemos hacerlo con alguien que necesite ser animado. Yo acepto también a quien me invite. Todos necesitamos el afecto y la cercanía de otro ser humano sensible. Gracias por escribir ✍️ tan bien, mi querida Jenny. Siempre estás en nuestros pensamientos, Jorge y Vella.
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