El Último Vuelo

Estaba sentada en la sala del aeropuerto, matando el tiempo ya que aún faltaban algunas horas para la salida de mi vuelo. Los minutos transcurrían lentamente, los viajeros pasaban a mi alrededor: ejecutivos con portafolios en mano, familias con bebés en carriolas, personajes con atuendos extravagantes, hasta un Harry Potter perdido por ahi. Mucha gente transitaba, algunos eran viajeros, otros trabajadores. A cada minuto se escuchaban los anuncios de las llegadas y las salidas.

Todo transcurría sin novedad, pero de pronto varias personas comenzaron a dirigirse hacia un extremo de la sala, el bullicio fue suficiente para sacarme de mi estado de abstracción.

Volteé y vi que muchos sacaban sus teléfonos celulares, había personas mayores, niños, familias. ¡Ah, sí! estaban moviéndose hacia una de las puertas de llegada…algo estaba sucediendo y mi curiosidad instantáneamente me impulsó a acercarme discretamente al sitio. Vi que las personas traían globos y letreros…entonces pensé ¿estará por llegar alguien importante?, ¿se tratará de alguna propuesta matrimonial?

Me acerqué, lo más que pude para no perderme ese momento. Por la puerta de llegada iban saliendo varios viajeros, sorprendidos también de ver tanta gente, globos, carteles y cámaras fotográficas en la sala…en eso, los que estaban esperando, comenzaron a gritar eufóricamente, levantando sus carteles y globos metálicos. La personalidad tan esperada había llegado: repentinamente apareció el piloto, un hombre ya entrado en años, caminaba despacio hacia la multitud que alegremente le daba la bienvenida. Fue entonces, que pude leer los carteles: ¡¡Feliz Jubilación Marshall!!, ¡¡Marshall, Bienvenido a Casa!!

Entonces comprendí, la importancia del acontecimiento. Se trataba del último vuelo de Marshall, el final de su carrera profesional. Marshall sonreía con una profunda satisfacción en medio de los aplausos, abrazos, fotos y apretones de manos. Aún sin conocerlo, me daban ganas de correr hacia él y darle un fuerte abrazo. Sus horas de vuelo habían llegado a su fin, del otro lado lo esperaba su hogar, su familia, sus amigos. Era el día de regresar a casa, para disfrutar un merecido descanso, y él lo sabía.

Hace apenas dos meses, que mi papá también realizó su último vuelo. No, no era un piloto de avión, solía ser taxista. A veces, me sorprendo a mí misma un poco impaciente, esperando que ya regrese del viaje. Creo que mi cerebro aún no registra que éste fue el último…no habrá retorno esta vez. Mi alma, aún a veces juega con la fantasía de que quizá mañana le veré sonreír enfrente de mí, una vez más.

Unas horas antes de morir, el médico lo valoró y dijo que estaba listo para ir a casa. Estábamos contentos, porque después de una semana en el hospital, regresaría a casa para disfrutar de un fin de año en familia. Mi mamá le alistó su ropa, pues tenía que salir bien arreglado del hospital, también se dispuso a limpiar y ordenar la habitación para su llegada…pero en la madrugada, sus horas de vuelo fueron completadas.

Las palabras del doctor fueron ciertas, mi papá se fue a casa. Es duro comprender, que la persona a quien amas ha realizado su último vuelo. Es fuerte, asimilar que ese último vuelo lo llevó a casa, y que esa casa no es la nuestra. Pero cuando la hora ha llegado, es tiempo de dejarles partir. De levantar la mano lentamente, y con lágrimas en los ojos decirles adiós.

Este es un buen momento, para recordarle a nuestra mente y afirmarle al corazón, que el destino no era éste. Cuando la muerte irrumpe y detiene nuestro tiempo, tenemos que abrir los ojos a lo eterno y asimilar que hay unos brazos más entrañables que los nuestros, que hay un amor perfecto, inagotable e indestructible, esperando fundirse en un abrazo con ese viajero, que ahora ha llegado a disfrutar de la jubilación en su verdadero hogar.

Extrañemos al que se va, pero no olvidemos a dónde llegó. No olvidemos que su trabajo ya terminó, y su bienestar se prolongó. Veámosle partir y aún en su rostro inherte, sellado por la muerte; despertemos la posibilidad de admirar una sonrisa de completa satisfacción, en aquel cuyo final del viaje, es encontrarse cara a cara con su Salvador.

Aunque nos cueste admitirlo, por más profundamente que hayamos amado aquí en la tierra. Ningún hogar, se compara al hogar celestial. Ninguna satisfacción se equipara a la total gratificación del Cielo. Y por supuesto, nigún afecto-ni el tuyo, ni el mío– se iguala a la expresión completa del amor de Dios. Descansa en paz…¡tú, descansa en paz! tu amado viajero llegó finalmente a su destino. No llegó antes, ni después, llegó en el tiempo indicado. Así que, llora, grita, extraña, atesora sus fotos, añora su voz, sus besos, sus caricias, su sonrisa, sus dichos; pero cuando le recuerdes…descansa en paz. Finalmente, tu ser amado ha experimentado el júbilo de estar en Casa.

En Marshall, pude ver a mi propio padre. Lo pude visualizar llegando a su hogar, a su destino anhelado, que también es el mío. Pude imaginar un poco la euforia celestial formada por aquellos viajeros que llegaron antes, –por cierto, a algunos de ellos los reconocí– recibiéndole con aplausos y vítores, con globos y carteles, con música y confeti… y atrás de ellos una multitud de ángeles haciendo valla, para dar paso al más majestuoso Jesús, quien abriéndose paso, poco a poco entre la multitud, le extendía amorosamente sus brazos y exclamaba con gran entusiasmo: ¡¡Feliz Jubilación!! ¡¡Las horas han sido completadas!! ¡¡Bienvenido a Casa!! ¡¡Es hora de disfutar por la eternidad!!

Acá de lejos estaba yo, observando en mi papá esa maravillosa y galante sonrisa que le caracterizaba, ¡estaba feliz! de haber llegado al hogar, que tanto había soñado. Él no miraba atrás, no extrañaba nada, ni a nadie más, estaba completo. En esa visión indiscreta, no me quedó, mas que reír ante tal algarabía y con una voz entrecortada volver a decir adiós.

No sé cuántas veces más, tenga que hacerlo…pero de algo estoy segura: el último vuelo sólo tiene sentido, si el destino final es encontrarte eternamente, en Casa con tu Salvador.

10 comentarios sobre “El Último Vuelo

  1. Oh Jenny, cuan razón tienes… Toda yo…. he demorado en asimilar el adiós a mi padre… Pienso que el tiempo pasa para muchos pero para mí no, en cada acción, instante, palabra, gesto, de mi día lo siento y tan cerca como si estuviera físicamente conmigo, pero reflexiono en tu compartir que debo permitirle volar y descansar en paz porque el ya está en casa, fortalecer mi fé en qué algún día me reuniré con él, en tiempo y momento exacto a la voluntad de mi padre Dios.
    Gracias por abrir tu corazón y compartir lo que para mí hoy ha sido un mensaje de amor y reflexión.
    Te quiero wuera.

    Le gusta a 1 persona

Replica a Irazema Lagunes Cancelar la respuesta