Amas…hasta que decides Amar

Poemas y cartas con las que fui conquistada…

Fui enamorada con serenatas, poemas, cartas, flores y toda esa clase de detalles románticos que suelen conquistarnos el corazón a las mujeres.

Aunque opuse resistencia, terminé siendo atrapada por el «amor». Así transcurrió el noviazgo y a los 2 años nos comprometimos para casarnos.

Empezamos a leer acerca del matrimonio y también tomamos consejería pre-matrimonial. Recuerdo aún, las palabras de mi pastor advirtiéndonos que el amor que sostiene el matrimonio es una decisión y no un sentimiento, recuerdo también haberlo leído en cada libro que hablaba del tema. Me casé muy segura de haber entendido el concepto, estaba convencida que había decidido amar a mi futuro esposo y que no sería solo «enamoramiento».

Con este concepto «bien» comprendido intelectualmente, nos casamos…empecé a disfrutar la vida en pareja. Era fabuloso poder estar juntos todo el tiempo, ir a donde quisiésemos sin permisos ni restricción de horarios. Nos fuimos acoplando bien a la convivencia, a establecer límites a nuestras familias de origen, a organizarnos en los gastos, a cumplir cada quien con nuestras respectivas funciones.

Sin embargo, a medida que el tiempo transcurría, una piedrita en el zapato comenzaba a molestarme: los detalles románticos se iban perdiendo, ya no había «conquista».

¿Y qué pasó? comencé a frustrarme. Me descubrí a mí misma acostándome en varias fechas especiales, esperando una ¡sorpresiva serenata!, aguardaba la esperanza de encontrar un ramo de flores por la mañana, una nota, un poema, una carta…

Mientras más lo deseaba, menos sucedía. Entonces, el culpable de toda mi insatisfacción era mi esposo. Él no me estaba dando lo que yo merecía. La frustración se convirtió en constantes quejas, enojos, reclamos hasta llegar a la desilusión…

Y así, yo misma iba generando un patrón de conflicto cada vez que mi expectativa del «amor» no era satisfecha. Iniciaba la discusión, lograba una disculpa, pero seguía insatisfecha.

Puedo decir, que este patrón se fue repitiendo durante los primeros 7 años de mi matrimonio. Al quinto año de casados, tuvimos nuestro primer bebé. Y como era de esperarse, la llegada del bebé aumentó mi exigencia de flores, notas, canciones y detalles románticos.

Mientras más pensaba en eso, más desdichada me sentía y con más derecho de exigir a mi esposo su atención en ese aspecto.

Hasta que un día, decidí también poner mi reclamación delante de DIos. En la intimidad de mi relación con Él le argumenté: ¿Qué voy a hacer si nunca entiende lo que necesito?, ¿O sea, quieres que me quede así de insatisfecha para siempre?

¡Ja ja ja! ¿sabes? cuándo uno le pregunta a Dios algo, vale mejor escuchar la respuesta sentado…lo primero que vino a mi mente fue: ¿y qué vas a hacer entonces?, ¿acaso por eso te vas a divorciar?, ¿ya viste bien al esposo que tienes?…

Esos tres planteamientos bastaron, para darme cuenta de cuan asquerosamente centrada en mí misma estaba, de lo demandante e injusta que estaba siendo con mi esposo. El Espíritu Santo abrió mis ojos para poder ver la clase de hombre que tenía a mi lado: íntegro, responsable, fiel a Dios, proveedor, servicial, colaborador, padre comprometido, trabajador, honesto…pero sobre todo pude ver que a pesar de mi letanía quejumbrosa, él no tenía quejas hacia mí…

No me refiero a que no tenía motivos para quejarse de mí. Hablo de que me percaté, que yo tampoco era ya esa novia que lo esperaba para atenderlo preparándole la cena, tampoco era ya la tierna esposa que le daba un masaje en su espalda todas las noches. Sí, yo tampoco era la misma. La única diferencia, era que él no lo reclamaba ni vivía insatisfecho por eso.

Entonces recordé, los libros, las enseñanzas y las palabras de mi pastor en la consejería pre-matrimonial: El amor es una decisión, lo que sostiene el matrimonio es el compromiso, la decisión y no nuestros sentimientos.

Me dije a mí misma ¡¡Ah, ahora entiendo!! Es ahora cuando necesito decidir amar…y la voz del Espíritu de Dios me dijo: Sí, este es el momento.

Esa conversación con Dios fue una revelación a mi vida que me liberó. Primero, al confrontarme con mi egocentrismo y luego, me liberó de vivir insatisfecha al estar alimentado expectativas poco realistas en mi relación de pareja.

A partir de ahí, todo comenzó a cambiar. Yo comencé a cambiar, la exigencia dio paso a la gratitud. Cada vez, que veía que en mis pensamientos volvía a albergar demandas y exigencias, traía a mi mente todos los esfuerzos que mi esposo hacía por nuestra relación.

Entonces, comencé a observar a mi esposo, no a mi novio, y entonces descubrí que diariamente, cuando el prendía y apagaba el calentador del agua era también una forma de decir te amo. Empecé a admirar cada uno de sus esfuerzos…cada vez, que dejaba el dinero para que tuviese ayuda en casa entendí que era igual que muchas rosas rojas. Pude leer también sus poemas, poesías y canciones en vivo en cada oportunidad que llevaba a los niños a la escuela, que me decía que estaba hermosa aún en el posparto, haciéndose cargo de los pagos de la casa y en las múltiples actividades y compromisos del día a día.

En algunos meses, cumpliremos 24 años de casados. Ambos hemos decidido amarnos, aunque sin duda él lo entendió antes que yo. Gracias a Dios nuestro matrimonio ha madurado en estos años. En ese madurar, nos esforzamos intencionalmente en incluir los masajes y las flores para satisfacer al otro. A través de la experiencia y las diferencias, hemos ido comprendiendo que decidir amar cada día es parte de los votos que hicimos delante de Dios.

No sé, qué momento estés atravesando el día de hoy en tu matrimonio. Lo que puedo decirte es que si hoy, te sientes insatisfecho, desilusionado, aburrido, frustrado…quizá este sea el ahora para hablar con Dios, la oportunidad de que Él te examine y te muestre tu propia condición. Atrévete a que Dios te muestre la otra realidad, porque quizá te ha llegado la hora también, en que decidir amar sea la más grande bendición que produzca en tu matrimonio satisfacción, estabilidad y contentamiento.

Quisiera finalizar con esto: en realidad no has amado, hasta que decides Amar. Decídete a pensar en el otro, decídete a crecer, decídete a vivir satisfecho…y si ese día es hoy: Decide Amar.

Dejarán de necesitar tus besos

Agosto 2005, era el primer dia de clases en preescolar de nuestro hijo mayor, aún el hijo único en ese entonces. Él tenía sólo 4 años, acabábamos de mudarnos a una ciudad nueva, nuestra gran familia compuesta de abuelos, muchos tíos y primos se había quedado muchos kilómetros atrás. Apenas estábamos adaptándonos a nuestra nueva casa, trabajo y cultura, cuando en eso llegó el primer día de clases…hicimos todo lo posible como padres para entusiasmar a nuestro pequeño para ese día. Y al parecer todo iba bien, hasta que el momento llegó: dejarlo en una escuela que no conocía rodeado de adultos y niños desconocidos.

Aún recuerdo ese abrazo, el cual mi esposo tuvo el buen tino de capturar. El niño lloraba porque no se quería quedar en la escuela, se aferraba a mí implorando porque no lo dejara. Yo lo abracé, lo besé, le aseguré muchas veces que él estaría bien, que también le extrañaría pero que en pocas horas regresaría por él…poco a poco pudo desprenderse de mi, aún con lágrimas en sus ojos, resignado, procedió a cruzar la puerta de la escuela y decirnos adiós. De este lado estábamos mi esposo y yo, junto a muchos padres de familia en la misma situación, pero entre los diversos infantes ahí amontonados, nuestros ojos lagrimeantes sólo enfocaban a uno: nuestro primogénito.

Poco a poco lo vimos caminar detrás de su maestra, hasta que…la puerta de «el cole» se cerró. Los días fueron pasando y progresivamente, el beso, el abrazo y el adiós sonriente, reemplazaron el llanto del primer día, convirtiéndose en parte natural de la rutina escolar.

El mismo fenómeno ha sucedido con mis otros dos hijos, claro con sus respectivas singularidades. Coincidentemente, hace una semanas, empecé a notar que algo estaba sucediendo. Fui a dejar a su escuela al más pequeño de mis tres hijos que actualmente tiene 9 años. Las despedidas con él aún solían ser tiernas: dos besos en las mejillas seguidos de ¡¡listo para triunfar!! y un te amo final. Sin embargo, ese día al acercarme a darle sus habituales besos vi que me evadió y rápidamente se despidió de mi, sin tanto protocolo…ahora estaba llegando el día en que el más pequeño no necesitaría de esos besos. Claro que se los sigo dando, pero ya casi no los necesita.

Sí, el día llega en que dejan de necesitar nuestros besos. También llega el día en que rechazan nuestros besos y…también llega el día en que reeemplazan nuestros besos. Y saben qué, eso está muy bien.

Papá y Mamá, si hoy es el día en que necesitan nuestros abrazos y besos, es éste el momento de hacerlo. Los niños pequeños tienen necesidad de ser abrazados y besados la mayoría del tiempo, y a su vez necesitan ellos tocarnos, besarnos y abrazarnos múltiples veces durante el día e incluso durante la noche.

No, tus besos ni tus brazos nunca les harán daño, tampoco serán demasiados. Esos besos y abrazos intercambiados, les dicen: eres amado, eres aprobado, estás seguro, eres digno de ser apreciado, eres valioso.

Sí, nuestros besos los preparan para la separación, les aseguran que el día que caminen solos van a estar bien. Por eso, si estás en ese momento, dale todos los besos del mundo, sean niños o niñas los necesitan igual. Los besos de mamá no son mejores que los de papá, ambos están diseñados por el Padre del Cielo para alimentar el alma de nuestros pequeños.

Eso sí, hoy te aseguro que esos besos entrenarán a tus hijos para poder decir adiós sin necesitarlos. No te sorprendas cuando el día llegue, porque te aseguro que llegará. Mas bien satúrate de ellos cuando es oportuno y, prepara tu mente y corazón para cuando sea inoportuno. Ese día, podrás decirte a ti mismo: lo hiciste bien, hoy ya no necesité besarle para hacerlo sentir seguro. Seguirán queriendo algunas veces tus besos, la diferencia es que no dependerán de ellos.

Papás, eso es lo que estamos formando: hijos que dejen de necesitarnos. Preparémonos emocionalmente para transicionar de hijos pequeños dependientes a hijos mayores autónomos independientes. Amemos a nuestros bebés y preescolares de una manera, pero mentalicémonos para también amar a nuestros púberes y adolescentes de la otra manera. Criemos de cerca, pero también tendremos que criar de lejos.

Si tienes un adolescente, no te enganches a su aparente rechazo. Requerirán separarse de ti para desarrollar su identidad y autonomía. Escucho constantemente a mi «filósofo adolescente» repetirme esta frase: desde que me creaste dejé de pertenecerte, citando a Sartré. De alguna manera, me está diciendo que el tiempo está llegando…

Papá, Mamá, no vivas en la nostalgia añorando a tus hijos cuando eran pequeños, mejor aprende a amar de otra manera: también se ama soltando, también se ama callando, también se ama respetando, también se ama estableciendo límites.

Esta temporada también progresará y al final de ella, si no nos damos por vencidos, tendremos la oportunidad de observar a un hijo adulto autónomo, sano, independiente. De vez en cuando, seguirá esperando nuestras caricias y nuestros besos, nuestros «te amo» y nuestras palabras de afirmación.

Pero, si en su momento lo hicimos bien, estoy convencida que ya no los «necesitarán» ni de nosotros como padres, ni de extraños. Ten la seguridad de que esos besos, abrazos y palabras, genuinamente entregados con profundo amor en el momento justo, estarán arraigados en lo más profundo de su corazón y pensamientos. Dándoles la posibilidad de asumirse a sí mismos como seres amados, valorados y dignos de respeto.

Papás: ¡¡Besemos TANTO a nuestros pequeños, que algún dia DEJEN de necesitar nuestros besos!! ¡¡Y, cuando llegue el dia, sabremos que lo hicimos muy bien!!

Pero que nazca bien…

Lactancia Materna, fuente de bienestar y amor.

He escuchado esta frase cientos de veces: No importa que sea un niño o una niña, sólo quiero que nazca bien… y comprendo la frase, sin embargo ¿qué sucede cuando no nace bien?, ¿qué pasa cuando tras el nacimiento recibes el diagnóstico que no esperabas?

Ésta es nuestra historia familiar…después de un segundo embarazo, programado, sin complicaciones, ingiriendo con antelación ácido fólico, controlado médicamente con el especialista, análisis laboratoriales regulares, vitaminado, ecografías, curso de preparación para el parto, vida sana, sin antecedentes de enfermadades congénitas y con tan sólo 29 años de edad, recibimos la noticia que no esperábamos: nuestro pequeño bebé de 3 meses de nacido era diagnosticado con Craneosinostosis Sagital, una enfermedad congénita que afecta a 1 de cada 2,000 recién nacidos, predominantemente a los varones.

Puff, la noticia cayó como un balde de agua fría y tras la usual alegría producida por el nacimiento, vino una serie de emociones dominadas por el temor y acompañadas de la incertidumbre, la frustración y una intensa preocupación reflejada en un constante vacío en el estómago.

Gracias a Dios, el caso de nuestro bebé tenía un buen pronóstico, si se le practicaba una cirugía de cráneo en los próximos meses…así que no hubo mucho qué pensar.

A los 4 meses de edad estábamos a la puerta de un quirófano entregando a nuestro bebé en las manos de un enfermero desconocido. Hoy, puedo decirles que es uno de los más duros momentos que mi esposo y yo hemos vivido.

De pronto, nos quedamos con los brazos vacíos viendo cómo ese pasillo de hospital se transformaba en un abismo inmenso a nuestros ojos. Mientras tanto, el temor nos decía a los oídos: ¿lo volverán a ver?.

Sin más certeza que nuestra esperanza puesta en Dios, suplimos el vacío que quedó en nuestros brazos, abrazándonos el uno al otro…ese abrazo bañado de lágrimas, fue la oración más profunda y silenciosa que como padres pudimos haber hecho ante la presencia de Dios.

Arropados por un hermoso número de amigos y por las oraciones de nuestra familia al otro lado del mundo, transcurrieron las siguientes dos horas de cirugía.

El médico nos llamó para decirnos que todo había transcurrido sin complicaciones, pronto pudimos ver de lejos a nuestro pequeño salir de quirófano. Sin embargo, no fue nada agradable verlo así: inerte por la anestesia, sin su habitual tono de piel debido a la pérdida de sangre durante la cirugía…pero, podíamos respirar tranquilamente ¡¡había salido!!

Las siguientes horas sucedieron lentas, hasta que por fin pude entrar a la UCI para amamantarlo. Me partió el corazón, ver a mi pequeño campeón rendido-quien nunca en sus 4 meses de vida había aceptado un chupete- ahora, succionaba uno hábilmente con sus preciosos y regordetes labios. Rápidamente me dispuse a amamantarlo, a pesar de los cables y todas las cosas que tenía conectadas, la enfermera se las ingenió para acomodarlo en mi regazo…él aun estaba un poco lento, pero en cuanto sintió mi piel en sus mejillas supo lo que tenía que hacer y se alimentó…¡¡Maravilla de la lactancia materna, no sólo de brindar alimento sino de proporcionar confort, amor, seguridad, confianza, salud y bienestar!!

Para mi sorpresa, al otro día el neurocirujano nos envió a casa, el bebé se recuperó rápidamente y en poco tiempo estábamos de vuelta en nuestra habitual vida familiar.

Hoy han pasado un poco más de 13 años, y está por demás decir que no nos hemos olvidado de esa experiencia de vida. Tenemos, un adolescente sano en casa, que aprende, vive, se mueve y manifiesta una personalidad determinada, intensa y luchadora, tanto como en sus primeros meses de vida.

Hoy cuando escucho a un futuro padre decir: No importa que sea, pero que nazca bien… les pregunto ¿y si no nace bien? ¿también verdad?.

Porque no siempre las variables jugarán a nuestro favor, y aunque ciertamente nadie desea ver a quien ama pasar por el sufrimiento, debemos preparar nuestra mente, para aceptar que esas posibilidades también son parte de la vida.

Nuestra historia tiene un final feliz, pero conozco y seguro conoces historias más duras, más sentidas, más dolorosas…

Sí, a veces no sale todo como lo deseábamos o imaginábamos. Pero aquí en nuestros brazos, en ocasiones Dios nos entrega un diminuto ser más vulnerable de lo que de por sí podría ser, para que aún con temor, incertidumbre, tristeza, frustración, preocupación; podamos verle a sus pequeños ojos y decirle: no salió como lo esperábamos, pero aquí nos tienes, valientemente lucharemos por ti, te cuidaremos, sacaremos fuerzas de nuestra debilidad para que tú estés bien, somos Papá y Mamá.

¡Siii! queremos que todos los bebés nazcan bien, oramos para que nazcan bien…pero si no resulta así, debemos estar dispuestos para dar el primer paso: el de la aceptación, y desde ahí asumir nuestra posición de padres y clamar al Dios de la vida, que nos dé el recurso para enfrentar el desafío y desarrollar al máximo nuestra paternidad.

No es fácil ser padres, pero tratar de serlo sin Dios es imposible. Prepárate para amar a tus hijos…sí, aunque «no nazcan bien».

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Mi primera entrada de blog

Comencemos con…

El Post «Mágico»

Estoy aquí, comenzando esta aventura de crear un Blog personal, gracias a una de las tantas publicaciones que suelo hacer en facebook reflexionando acerca de la vida, su cotidianidad y la familia. Como en muchas otras ocasiones publiqué una reflexión acerca de la paternidad, inspirada en parte, por una foto que capturaba el recuerdo que detonó el tema de la publicación.

Como por arte de magia, el post comenzó a fluir por la red social con una velocidad inusitada para mi. Podríamos decir que se convirtió en un divertido fenómeno familiar y en la cotilla de mis chats más cercanos de whats app.

Mis amigas y familiares me dijeron: es hora que te lo tomes en serio e inicies tu blog para seguir escribiendo y compartiendo con la audiencia.

En respuesta al Post «Mágico» aquí estoy, espero seguir documentando los múltiples pensamientos y enseñanzas que vienen a mi alma y espíritu al contemplar y transitar esta maravillosa y mágica vida.

¿Quién soy?

Nunca será la pregunta más fácil de contestar…diría yo que ¿Quién Soy? es la pregunta más compleja que sostiene la identidad y el destino de todo ser humano…quizá hablaremos de eso un día de estos.

Por lo pronto sólo aspiro a realizar una autodescripción para que aquellos que me leen, puedan conocer un poco del contexto de quien está detrás de este blog.

Primero y antes que todo ¡Soy una hija de Dios!, esta es una profunda convicción personal que sostiene mi identidad, define mi propósito de vida y orienta mi destino.

Miguel mi esposo y yo, hemos estado casados por 26 años…tengo 45, así que digamos me casé muy joven. Estudié la mayor parte de mi carrera universitaria casada. Al ser mamá decidí que quería hacerlo a tiempo completo, así que he dedicado los últimos años a intentar ser la mamá de 3 varones…a la par de nuestra familia, mi esposo y yo nos hemos dedicado al ministerio pastoral de la Comunidad Cristiana ConPasión.

La propia experiencia de la vida y de nuestra dinámica familiar, suelen inspirarme a la reflexión, al intercambio de ideas y a la escritura, por eso ahora me encuentro «bloggeando». Dada las características de mi ocupación, constantemente estoy conociendo personas, escuchándolas, observándolas y en algunos casos inspirándolas a creer, luchar, desarrollarse y alcanzar el propósito de sus vidas. Espero que a través de este blog, los lectores puedan:

  • Sentirse identificados con experiencias auténticas, reales, llenas de significado.
  • Visualizar los problemas de la vida como desafíos de crecimiento.
  • Desarrollar su espiritualidad y conexión con Dios.
  • Ser impulsados a continuar luchando por las cosas grandiosas que valen la pena, en lugar de ser vencidos por las «piedritas en el zapato» de la cotidianidad.

Es tiempo de disfrutar de la familia, la buena cocina, los amigos, la paternidad, el matrimonio, la naturaleza, las adversidades, los retos y de todo aquello que implique la vida.

Espero podamos compartir muchas páginas juntos, donde la retroalimentación enriquezca cada publicación.