Nuestro hijo mayor, estaba iniciando su último año de estudios preparatorios. Como padres, estábamos ansiosos por conocer los planes profesionales de nuestro primogénito, para irnos preparando para la universidad. Al cuestionarle, nos fuimos percatando que diseñar un proyecto de vida y carrera, no sería nada sencillo.
Y empezamos a vislumbrar el gran abanico de posibilidades que pasaban por su mente: estudiaré nanotecnología ¡wow, eso sonaba muy sofisticado!, en unos meses su interés cambió abruptamente y ahora deseaba ser actor de teatro ¡madre mía!…al poco tiempo estaba considerando ser economista, pasando también por arquitectura, cine y medicina. Como padres estábamos igualmente confundidos, aunque deseosos al mismo tiempo de poder apoyarle.
Entonces decidimos, que era el momento de detenernos: en un área de descanso… ¿Has tomado esa estrategia alguna vez, en un largo viaje por carretera?, hay autopistas que disponen de cómodas y muy prácticas zonas, donde los viajeros pueden detenerse, suplir necesidades básicas y despejarse, para continuar con nuevas fuerzas el camino.
Entendíamos que algo de suma importancia para nuestro hijo, era tener claro el destino, para poder escoger su propia ruta. Como padres, habíamos observado en nuestro hijo, una carencia de destino, de propósito. Esto era algo que realmente nos preocupaba, como padres cristianos estamos convencidos que nuestro destino, propósito y sentido de realización, se definen a través de una conexión espiritual con Dios. Estábamos plenamente conscientes, que la espiritualidad de nuestro hijo estaba tan confusa, dudosa e incierta como su futuro profesional.
Por lo tanto, era el momento de detener el auto que prácticamente habíamos echado a andar con mucho ímpetu, hace algunos años ya. El auto no había parado ni un segundo, ya había pasado por maternal, preescolar, primaria, secundaria y le faltaban sus últimos metros de preparatoria…ese motor estaba listo para seguir avanzando, pero ahora se hacía necesario quitar el pie de ese acelerador, que tantas veces nos impidió admirar la maravilla del recorrido…decidimos que haríamos caso a la señal y nos detendríamos en un área de descanso. Después de todo, ¿de qué serviría mantener el gasto de energía y combustible, sólo impulsado por la inercia, si en realidad estaba avanzando sin destino?, ¿y si no había destino, cómo podría diseñarse una nueva ruta?
En nuestro caso, la decisión de parar con la escuela y en su lugar desarrrollar, un «año vocacional», significó nuestra Área de Descanso como familia.
Vocación es definido en el diccionario como: llamado o inspiración que una persona siente procedente de Dios para llevar una forma de vida/Inclinación o interés que una persona siente en su interior para dedicarse a un determinado trabajo.
En lugar de presionarle, hacia la elección de una profesión, invertimos el año que correspondería a su primer año universitario, a proveerle ciertos recursos y experiencias que le inspiraran a reconectarse con Dios y encontrar el propósito de su existencia como parte del plan de Dios para la humanidad. Por otro lado, también diseñamos una serie de estrategias de campo para que él pudiera tener contacto con algunos de sus intereses vocacionales, y así obtener un panorama más amplio de la vida y las profesiones.
Podemos compartirles que el experimento del «año vocacional» finalizó con éxito. Fue una inversión que hicimos como padres, de la cual estamos viendo frutos. Parte muy importante de este proceso, fue un entrenamiento transcultural cristiano de 3 meses, haciendo equipo con jóvenes de otras nacionalidades. Durante este tiempo de enseñanza, trabajo, diversión y disciplina, nuestro hijo se reconectó con Dios y al hacerlo encontró-como lo habíamos previsto, rumbo y propósito.
Después de eso, todo lo demás empezó a contribuir para que él pudiese tener los recursos para trazar su propia ruta. Fue un año de mucho aprendizaje, en el que intentamos mantenerle cercano a nosotros. Te comparto algunas de las experiencias que realizamos, por si son de ayuda a alguien que pase por una situación parecida:
- Conseguimos entrevistas con 2 directores de Carrera, de distintas universidades que amablemente nos recibieron en sus despachos.
- Trabajó de lavaplatos eventual, en una empresa dedicada a eventos y catering.
- Acompañó a un médico especialista, durante su guardia nocturna en un hospital.
- Trabajó como asistente administrativo en la oficina con su papá.
- Realizó trabajos de construcción y cuidado de animales de la granja.
- Acompañó a un Ing. Civil, durante sus inspecciones de Obras.
- Nos acompañó a los viajes ministeriales que realizamos a zonas rurales y también a Cuba.
- Viajó solo por primera vez.
- Participó como actor en una obra de teatro musical.
- Tomó cursos cortos de Fotografía en Cine, Iluminación, Canto, Ballet.
- Estudió un nivel básico de Alemán.
- Realizó servicio voluntario en iglesias y en un ministerio de niños en riesgo.
Con mucha oración, dirección y provisión de Dios, pudimos concluir ese año. No fue un año perdido, fue un año de madurez. El Área de Descanso, fue esa pausa que nos permitió bajarnos un momento del carro para hacer la transición. En el Área de Descanso, él pudo reubicarse en el Destino… y desde ahí, trazar la siguiente ruta, sí, su propia ruta; quizá diferente a la nuestra, pero compartiendo un Destino común.
El tiempo del «Área de Descanso» terminó, para cumplir su objetivo. Volvimos a subir al auto los tres, pero ahora, nosotros vamos en el asiento trasero. Las llaves se las entregamos a él, el volante está en sus manos, el mapa, se lo fuimos enseñando desde que era muy pequeño; la siguiente ruta, por fin, está decidida y ha sido trazada por él mismo. Nosotros aún no nos bajamos del auto, quizá nos toque hacerlo en la siguiente parada. Pero por el momento continuamos cerca, sólo para observarle, para alertarle cuando veamos algún peligro, para animarle cuando se esté aburriendo, para explicarle algunas de las señales. Ya llegó el tiempo, que la música del trayecto la elija él y nosotros la escuchemos. Estamos confiados, que esta ruta concluirá satisfactoriamente…después de todo, él sabe a dónde va y quiere ir a dónde va.
¿Sabes?, hay momentos en que hay que dejar de apretar tanto el acelerador y atreverse por un momento a apagar el motor. Dejar de escuchar ese ruido que distrae, e ir al Área de Descanso. No temas parar, a veces nos da mucho miedo detener a la vida, pero a veces es necesario para recuperarla. Es necesario reubicar el Destino y el propósito del viaje, para que seguir viajando tenga sentido.
Es necesario a veces diseñar nuevas rutas. Sí, el destino ya está decidido y es insustituible, pero las rutas, esas sí que pueden cambiar, y para eso es necesario parar, respirar, observar, ilusionarse y volver a trazar. Después de hacerlo, habrá que tomar las llaves y volver al auto, preparar la mejor play list para el camino, encender el motor y dejarse dirigir por la suave y certera voz de Dios. Es tiempo de poner manos firmes en el volante, y mirar al retrovisor sólo lo indispensable, pero mantener la mirada fija en el imponente horizonte, que nos recuerda que el Destino cada vez está un kilómetro más cerca. El Área de Descanso, nunca será un tiempo perdido, pero sí un tiempo necesario para… ¡¡volver a rodar!!


