Durante la rendición del reino de Granada en 1492. Boabdil, el monarca del imperio nazarí, abandonó su majestuosa residencia en la Alhambra. Y derrotado, partió con su madre: la reina Aixa y todo su séquito, al exilio. Cuenta una leyenda, que durante su peregrinaje, se detuvieron en una colina y el rey Boabdil vio por última vez a Granada-su maravilloso Al-Andalús, y ahí fue sorprendido por el imponente paisaje de una Alhambra carmesí, rodeada de la inmaculada blancura de la Sierra Nevada, que sin duda ese día ha de haber lucido más espectacular que nunca…al admirar la grandeza de su pérdida, con profunda tristeza y avergonzado por su fracaso se dice que el Rey Moro entre lágrimas…suspiró.
Las historias de derrotas, fracasos y planes frustados son desalentadoras. No son bellos relatos que contar, algunos incluso se guardan porque avergüenzan. Pero, casi todos tenemos algunos en nuestra historia personal, ¿o no?
Precisamente, yo estaba recordando la mía. Hace 15 años exactamente, un día como hoy mi esposo, mi hijo mayor que entonces tenía 4 años y yo, preparábamos nuestras maletas para dar inicio a un proyecto, que significaba la culminación de años de preparación, habíamos soñado muchas veces con ese momento. Habíamos realizado muchos ajustes, incluso habíamos renunciado a otros sueños, porque creíamos que ese era el sueño.
El plan, estaba saliendo mejor de lo imaginado y nos embarcamos en este gran proyecto de vida con toda la fe, el entusiamo, el compromiso y la determinación. Era un proyecto a largo plazo, quizá para toda la vida. Sin embargo, el sueño duró mucho menos de lo proyectado, al paso de los meses, vimos cómo empezaba a desmoronarse delante de nuestros ojos. Intentamos salvarlo, rogamos porque el plan no fuera cancelado, oramos con fe para que Dios hiciera algo por rescatar el sueño. Hasta que, alguien sabiamente nos enfrentó con nuestra realidad y nos dijo: así como Jesús fue crucificado y al tercer día resucitó de manera gloriosa, ustedes tienen que sepultar este sueño y esperar que resucite una nueva visión en sus vidas.
No era el mensaje que anhelábamos escuchar, no queríamos perder nuestro proyecto, mucho menos verlo morir y enterrarlo. Habíamos trabajado mucho por verlo realizarse, debía vivir muchos años, no teníamos un plan B, ése era el plan.
Nadie sueña, esperando que sus sueños mueran, nadie quiere que un proyecto fracase, nadie se prepara arduamente por algo que sabe que va a expirar, nadie planea para cancelar. No obstante, la realidad en la vida es que algunos sueños mueren, algunos proyectos fracasan y algunos planes culminan en cancelación por razones intrínsecas o extrínsecas.
Con esta pandemia, hemos experimentado que muchas de nuestras proyecciones para el 2020 han sido canceladas. El calendario de nuestra oficina, ahora está lleno de actividades pospuestas, unas han sido adaptadas y otras más definitivamente han sido desechadas.
Tristemente, estamos viendo bodas sin realizar, vestidos sin estrenar, graduaciones sin celebrar, viajes cancelados, negocios cerrar sus puertas, ventas sin cerrar, oportunidades laborales pospuestas hasta nuevo aviso, familiares sin reencontrarse y hasta enamorados desenamorarse. En medio de esta situación, que puede producirnos un desaliento colectivo, quizá sea el tiempo de preguntarte a ti mismo: ¿es tiempo de sepultar este sueño y esperar que una nueva visión resucite en mi?
No tengas miedo de mirar tu proyecto agonizante, tu plan cancelado, tu sueño que se aleja más cada día. A lo mejor en tu caso, no es ni por causa de la pandemia, sino como parte de un proceso que ya se venía gestando y está cerca de su punto final.
Aún con lo doloroso que pueda resultar, es importante reconocer cuando algo está llegando a su final y armarse de valentía para admitirlo y despedirnos de él. En realidad, se puede tornar vergonzoso aceptar que el proyecto fue abortado, anunciar que los planes fueron cancelados, darnos cuenta que el sueño fracasó…
Tal vez, hiciste todo lo que se debía y aún así se desmoronó, quizá ni siquiera fue tu responsabilidad, pero alguien más se encargó de aniquilarlo, o diste todo por ese proyecto, incluso algunos se acercaron a ayudar y ni aún así, lograste rescatarlo. Si estás en ese momento…hoy te digo, es hora de que procedas a llorarlo, sí, duélete con él, pues parte de tu vida, de tu tiempo, de tu energía y de tu entrega murieron allí.
Pero no te detengas en el dolor, si algo aprendiste ahí, es que tienes una sorprendente capacidad en ti dada por Dios para soñar, proyectar, planear y trabajar por lo que te apasiona. Así que, entrégale a Dios tu sueño roto, tu plan cancelado, tu proyecto frustrado. Sepúltalo en Su presencia, riégalo con tus lágrimas y espera el tercer día.
Tenemos un Dios Creador, Él planea, trabaja, construye, diseña, prospecta y proyecta mejor que nosotros. Espera en Él, no te impacientes, no lo controles, mejor espera el día 3 y experimenta la revelación de una nueva visión para tu vida. Nuestro Dios tiene planes de bien y no de mal para ti, confía en Él y algo nuevo vendrá.
No mires al pasado, pero guarda el recuerdo de tu sueño roto, porque a través de ellos Dios produce crecimiento y sabiduría en nuestra vida. Ten el valor de decirle a Dios, gracias por ellos y por el aprendizaje que he obtenido en ese proceso. El agradecimiento, es esencial para no convertir el pasado en amargura, sino en fuente de inspiración.
Yo también salí de Granada llorando como Boabdil, mi esposo y yo enterramos un sueño allí, y aún a veces la admiramos de lejos y lanzamos un suspiro moro hacia aquel hermoso lugar, pero sabes es un suspiro lleno de agradecimiento, porque ahí aprendimos las lecciones de vida más significativas, ahí lloramos pero volvimos a reír, ahí sepultamos un proyecto pero al tercer día resucitó uno nuevo.
Ahí aprendimos que tenemos un Dios de grandes sueños y que podemos volver a soñar, volver a proyectar y volver a planear. Porque mientras tenemos el regalo de respirar, tenemos la posibilidad de ilusionarnos y trabajar por cosas nuevas, poderosas y desafiantes cada día de nuestra existencia. Un fracaso no determina tu vida, un sueño frustrado es una herramienta poderosa en manos de Dios, así que ¡¡Levántate, Vive y Sueña!! si esperas en Él, al amanecer algo grandioso de tus lágrimas renacerá.
Como el reo de muerte que á la vida
y al sol y al cielo con afán profundo
da el adiós de suprema despedida…
así Boabdil lanzado de aquel mundo
en que dejaba su ilusión querida,
«¡Adiós!…» dijo con aye moribundo,
é inclinando la frente sobre el pecho,
huyó también en lágrimas desecho.
Pedro Antonio de Alarcón, 1867
Granada, tierra soñada por mí
Agustín Lara, 1932
Mi cantar se vuelve gitano cuando es para ti
Mi cantar hecho de fantasía
Mi cantar flor de melancolía
Que yo te vengo a dar