Dejarán de necesitar tus besos

Agosto 2005, era el primer dia de clases en preescolar de nuestro hijo mayor, aún el hijo único en ese entonces. Él tenía sólo 4 años, acabábamos de mudarnos a una ciudad nueva, nuestra gran familia compuesta de abuelos, muchos tíos y primos se había quedado muchos kilómetros atrás. Apenas estábamos adaptándonos a nuestra nueva casa, trabajo y cultura, cuando en eso llegó el primer día de clases…hicimos todo lo posible como padres para entusiasmar a nuestro pequeño para ese día. Y al parecer todo iba bien, hasta que el momento llegó: dejarlo en una escuela que no conocía rodeado de adultos y niños desconocidos.

Aún recuerdo ese abrazo, el cual mi esposo tuvo el buen tino de capturar. El niño lloraba porque no se quería quedar en la escuela, se aferraba a mí implorando porque no lo dejara. Yo lo abracé, lo besé, le aseguré muchas veces que él estaría bien, que también le extrañaría pero que en pocas horas regresaría por él…poco a poco pudo desprenderse de mi, aún con lágrimas en sus ojos, resignado, procedió a cruzar la puerta de la escuela y decirnos adiós. De este lado estábamos mi esposo y yo, junto a muchos padres de familia en la misma situación, pero entre los diversos infantes ahí amontonados, nuestros ojos lagrimeantes sólo enfocaban a uno: nuestro primogénito.

Poco a poco lo vimos caminar detrás de su maestra, hasta que…la puerta de «el cole» se cerró. Los días fueron pasando y progresivamente, el beso, el abrazo y el adiós sonriente, reemplazaron el llanto del primer día, convirtiéndose en parte natural de la rutina escolar.

El mismo fenómeno ha sucedido con mis otros dos hijos, claro con sus respectivas singularidades. Coincidentemente, hace una semanas, empecé a notar que algo estaba sucediendo. Fui a dejar a su escuela al más pequeño de mis tres hijos que actualmente tiene 9 años. Las despedidas con él aún solían ser tiernas: dos besos en las mejillas seguidos de ¡¡listo para triunfar!! y un te amo final. Sin embargo, ese día al acercarme a darle sus habituales besos vi que me evadió y rápidamente se despidió de mi, sin tanto protocolo…ahora estaba llegando el día en que el más pequeño no necesitaría de esos besos. Claro que se los sigo dando, pero ya casi no los necesita.

Sí, el día llega en que dejan de necesitar nuestros besos. También llega el día en que rechazan nuestros besos y…también llega el día en que reeemplazan nuestros besos. Y saben qué, eso está muy bien.

Papá y Mamá, si hoy es el día en que necesitan nuestros abrazos y besos, es éste el momento de hacerlo. Los niños pequeños tienen necesidad de ser abrazados y besados la mayoría del tiempo, y a su vez necesitan ellos tocarnos, besarnos y abrazarnos múltiples veces durante el día e incluso durante la noche.

No, tus besos ni tus brazos nunca les harán daño, tampoco serán demasiados. Esos besos y abrazos intercambiados, les dicen: eres amado, eres aprobado, estás seguro, eres digno de ser apreciado, eres valioso.

Sí, nuestros besos los preparan para la separación, les aseguran que el día que caminen solos van a estar bien. Por eso, si estás en ese momento, dale todos los besos del mundo, sean niños o niñas los necesitan igual. Los besos de mamá no son mejores que los de papá, ambos están diseñados por el Padre del Cielo para alimentar el alma de nuestros pequeños.

Eso sí, hoy te aseguro que esos besos entrenarán a tus hijos para poder decir adiós sin necesitarlos. No te sorprendas cuando el día llegue, porque te aseguro que llegará. Mas bien satúrate de ellos cuando es oportuno y, prepara tu mente y corazón para cuando sea inoportuno. Ese día, podrás decirte a ti mismo: lo hiciste bien, hoy ya no necesité besarle para hacerlo sentir seguro. Seguirán queriendo algunas veces tus besos, la diferencia es que no dependerán de ellos.

Papás, eso es lo que estamos formando: hijos que dejen de necesitarnos. Preparémonos emocionalmente para transicionar de hijos pequeños dependientes a hijos mayores autónomos independientes. Amemos a nuestros bebés y preescolares de una manera, pero mentalicémonos para también amar a nuestros púberes y adolescentes de la otra manera. Criemos de cerca, pero también tendremos que criar de lejos.

Si tienes un adolescente, no te enganches a su aparente rechazo. Requerirán separarse de ti para desarrollar su identidad y autonomía. Escucho constantemente a mi «filósofo adolescente» repetirme esta frase: desde que me creaste dejé de pertenecerte, citando a Sartré. De alguna manera, me está diciendo que el tiempo está llegando…

Papá, Mamá, no vivas en la nostalgia añorando a tus hijos cuando eran pequeños, mejor aprende a amar de otra manera: también se ama soltando, también se ama callando, también se ama respetando, también se ama estableciendo límites.

Esta temporada también progresará y al final de ella, si no nos damos por vencidos, tendremos la oportunidad de observar a un hijo adulto autónomo, sano, independiente. De vez en cuando, seguirá esperando nuestras caricias y nuestros besos, nuestros «te amo» y nuestras palabras de afirmación.

Pero, si en su momento lo hicimos bien, estoy convencida que ya no los «necesitarán» ni de nosotros como padres, ni de extraños. Ten la seguridad de que esos besos, abrazos y palabras, genuinamente entregados con profundo amor en el momento justo, estarán arraigados en lo más profundo de su corazón y pensamientos. Dándoles la posibilidad de asumirse a sí mismos como seres amados, valorados y dignos de respeto.

Papás: ¡¡Besemos TANTO a nuestros pequeños, que algún dia DEJEN de necesitar nuestros besos!! ¡¡Y, cuando llegue el dia, sabremos que lo hicimos muy bien!!

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